Te contamos la experiencia de nuestro compañero Juan, que es ciego total, como judoca profesional con motivo del reconocimiento que Córdoba, su tierra natal, le ha brindado en el homenaje “Cordobeses Olímpicos”.
La diputación de Córdoba junto con el Ayuntamiento de la ciudad, celebró el pasado 3 de noviembre de 2016 un acto homenaje bajo el título “Cordobeses Olímpicos” para agradecer a 27 deportistas que han participado en Juegos Olímpicos y Paralímpicos a lo largo de la historia su contribución al desarrollo del deporte y por llevar el nombre de Córdoba por todo el mundo.
Entre ellos se encontraba Juan Montilla, director de AFIDAS que, seguramente para sorpresa de muchos, fue deportista olímpico en los Juegos de Atlanta 96 en la modalidad de judo para ciegos.
Desde nuestro centro de osteopatía y fisioterapia en Móstoles queremos hacerle un homenaje a Juan, justo en este momento, que se cumplen 20 años de su participación en las paraolimpiadas americanas y, hacer públicas las historias y anécdotas de esta experiencia que a nosotros nos ha contado en alguna ocasión.
Estamos convencidos que estas vivencias narradas en primera persona van a ser un ejemplo de superación para muchos deportistas discapacitados, pero sobre todo para otros profesionales que no tienen discapacidad y muchas veces se ponen barreras ellos solos.
Antes vamos a hacerte una breve introducción:
Juan es ciego total. Hasta los 4 años pudo distinguir la luz e incluso algunos colores que sigue entrenando mentalmente para poder recordarlos, siempre asociados a algún elemento de la naturaleza que logró guardar en la memoria: la hierba verde, el cielo azul, la nieve blanca, el fuego anaranjado…
Su experiencia con el judo comenzó a los 17 o 18 años gracias al convencimiento de un amigo. Empezó a ver beneficios en este deporte y poco después comenzó a competir. Fue profesional durante unos 10 años y quedó varias veces Campeón de España, tercero en el campeonato del Mundo en Colorado en el año 94, y otras 3 veces tercero de Europa.
Su relación con el deporte no ha parado a pesar de dejar de competir en judo para ciegos. Tiene a sus espaldas tres maratones terminados – Madrid 2012, París 2013 y Barcelona 2018 – y un triatlón olímpico en la Casa Campo de Madrid en junio de 2014. De ahí que no te extrañe nuestra experiencia en fisioterapia deportiva.
Actualmente sigue aprovechando el tiempo libre para correr, realizar senderismo y disfrutar nadando en el mar, que es su “hipnotizador particular”. El deporte lo sigue practicando y el objetivo sigue siendo el mismo que antaño: disfrutar, divertirse, equilibrarse internamente y superarse a sí mismo.
Ahora sí, te dejamos con la historia olímpica de Juan. ¡Que la disfrutes!
La experiencia de vivir unas olimpiadas
«Fue y ha sido un gran honor haber pertenecido a aquella expedición de españoles paralímpicos. Ya antes de llegar a Atlanta, en el avión, íbamos bromeando y sorprendimos a toda la prensa que nos acompañaba al reírnos de nuestras deficiencias físicas, que iban desde la ceguera total como la mía, hasta personas que le faltaban ambas manos, y eso no les impedía comer con los pies.
En Atlanta 96 yo representé al judo español, y aunque esa vez no hubo medalla, las emociones y la vibración de aquellos momentos superaron a otros campeonatos del mundo y europeos donde si me colgué metal.
Lo más digno de esas Olimpiadas fue compartir experiencias y anécdotas con aquel grupo que marché, e intercambiar emociones con personas como yo que se crecen en lo difícil y nunca separan los pies del suelo cuando la inercia es volar.
Detrás del deportista que llega a unos Juegos Olímpicos hay todo un trabajo de superación infinita, siendo capaz de aparcar todo lo personal y profesional o estudiantil, como era mi caso, para concentrarse en horas y horas de preparación dejándose la piel y dicho sea de paso, disfrutando mucho.
Aunque pasé por grandes y largas etapas de duro rendimiento siempre aposté por aliñarlo todo con humor, y de ahí que pueda decir que cuando la cosa era dura me divertía».
La mejor medalla es la experiencia vivida
«Las medallas conseguidas durante mi época de deportista profesional me caducaron al día siguiente de que me las pusieran.
Toda la historia que hay detrás de ellas, es en verdad mi historia, mi aprendizaje. Y también el respeto. Yo siempre me preguntaba y me pregunto ¿Qué sería de los ganadores sin los que pierden?
Aprendí que faltarle el respeto a un compañero, a un contrincante, a una persona nueva que llega a la clase, a una persona en el trabajo, es faltármelo a mí mismo.
Esta lección fue la mejor de las medallas y es la única que conservo como oro en paño, pues aún sigo haciendo recuperaciones de esta asignatura, con todo el gusto que ello merece».
Cómo es el judo para ciegos
«Puedo decir sin ningún reparo a equivocarme que fue el judo el que me eligió a mí. Como muchacho joven y rebelde pensaba cosas muy destructivas sobre las artes marciales o los deportes de contacto. Practicaba esto de que la ignorancia es muy atrevida y yo, como uno más, era tan atrevido como ignorante.
Fui al gimnasio de un amigo a jugar, a divertirme, y supongo que a pasar de todo, pero luego fue muy distinto de como pensaba que iba a ser. Me encantó. Me desenvolví bien desde el principio y me quedé para llevarlo hoy grabado e integrado en todos mis sentidos.
A nivel personal el judo es el deporte de mayor integración colectiva para un ciego total. Los beneficios a nivel de coordinación, sincronización de movimientos, orientación y ubicación en el espacio, son importantísimos y de un gran peso específico».
El judo como integrador en la sociedad
«En el aspecto social el judo ha facilitado mi integración con el resto de la sociedad. Y la sociedad se enriquece pues, mostrándome tal y como soy con mi ceguera.
Las personas y compañeros de tatami aprenden de forma muy hermosa y natural cómo se nos puede ayudar y esto me complace mucho porque otros ciegos se van a beneficiar de ese aprendizaje. Siempre hay una relación de simbiosis, es decir, yo me crezco contigo pero tú te creces conmigo.
A nivel psicológico el judo, como el deporte en general, me ha serenado y ennoblecido el carácter y la actitud maltrecha por una infancia llena de sobre saltos. Además, me ha aportado refuerzos en mi seguridad para confiar en la vida.
Y es que mi discapacidad, por muy extraño que le parezca a la mente analítica, que todo lo razona para no reconocer que no sabe nada, es el recurso que la vida me ha dado. Y digo dado, porque la vida no quita nada. La vida sólo te libera de cargas para que puedas volar más ligero de equipaje y puedas seguir superándote día a día».
Gracias Juan por esta historia tan enriquecedora.
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